Fuente : www.eltribuno.com.ar
La folclorista penetró con el caudal de su voz en las fibras más íntimas de una platea que la vio diferente y más comprometida.
Reencontrarse con Mónica Pantoja el jueves pasado en el coliseo jujeño significó una verdadera experiencia de reflexión y emoción, en el encuentro con nuestra raza y nuestros orígenes. Presentó el concierto "…canto a la América Morena" con una aceptación indiscutida.
La folclorista mostró una faceta tan distinta y tan exquisita, que las lágrimas en el público surgieron sin más.
Nos encontramos con una Mónica Pantoja comprometida desde la voz y desde el repertorio con su cultura y sus orígenes, haciendo gala de una profundidad sentida en la interpretación.
América se desangró en su canto, un canto que claramente venía de sus venas.
La cantora humahuaqueña se había ausentado por un tiempo de los grandes escenarios, porque había llegado un momento en su vida de sumar, de crecer, de evolucionar, y entonces fue que surgió casi naturalmente la necesidad de extender las fronteras de su canto, salir de Jujuy y sus canciones -sin olvidarse de ellas, claro está- y abrazar en su garganta la canción de toda América Latina.
Eligió y estudió un repertorio que presentó con mucha dignidad y respeto, y que hizo propio. Le cantó a la raza, a la historia, a los derechos aborígenes, al dolor, denunció y gritó por la libertad y las tierras, con las voces y los sonidos de compositores trascendentales en esta lucha, como son Violeta Parra, Alfredo Zitarrosa, Chabuca Granda, etc.
Con mucha honestidad pidió disculpas por algunos errores musicales que sólo ella y sus músicos, y quizás algún avezado integrante del público habrá descubierto, porque lo cierto es que la intensidad de su expresión no daba lugar a reparar en minuciosidades.
Aplaudida de pie, y acompañada por excelentes músicos, Mónica debe haber sentido el impulso justo para seguir y saber que ha elegido un rumbo correcto.
La grandeza del artista se construye justamente desde la necesidad de seguir aprendiendo, desde el compromiso de nunca quedarse quieto en un estadio, sino en siempre ir por más. Mónica Pantoja lo viene haciendo desde sus inicios, nunca permaneció más de lo necesario en un momento. Su época de acompañar a grandes artistas como Tomás Lipán o Jaime Torres, y su época de cantar repertorio exclusivamente jujeño como solista, fueron brillantes y dejaron en su experiencia una formación trascendental. Hoy es el tiempo de la expansión porque la calidad de su voz y su capacidad se lo permiten y casi se lo exigen.
El espectáculo "…canto a la América Morena" estuvo muy bien planteado no sólo desde la preparación y el estudio, sino también desde la elección de los músicos y la gente que la rodeó para armar semejante presentación. Porque después de hablar del contenido, también tenemos que hablar del buen sonido, la buena iluminación, el colorido, el vestuario de Mónica, y todos los detalles que enmarcaron la presentación.
Un especial momento se vivió cuando después de presentar a todos los músicos, presentó a su hijo José Ignacio Ramos que la acompañó con el bajo, pues fue el momento justo para que él le rindiera su propio homenaje anticipándose al Día de la Madre.
Los músicos que la acompañaron fueron Alejandro Vilte en percusión y cajón peruano, Adrián Témer, en guitarra, cuatro venezolano y charango; David Ríos, Francisco Leme y Alomías Lizárraga, en trompeta, trombón y saxo (quienes además tuvieron un espacio solos cedido por la cantante para hacer un homenaje a Cuba con una excelente interpretación); Gustavo Cruz, en guitarra; su hijo José Ignacio, en bajo; y Humberto Sivila, en vientos.
Otro especial momento fue el que protagonizó la cantante junto a una de sus maestras de la vida, la popular Negrita Cabana, a quien invitó para interpretar con ella el joropo "Pajarillo verde".
Y en el bis Mónica tuvo que cantar no sólo un tema más que tenía preparado, sino también temas de su anterior repertorio.
